Adiós a la “larga y penosa enfermedad”: hablemos de cáncer

27 05 2008

 

 

Los principales diarios de información general se hicieron eco el pasado 27 de mayo de la noticia de la muerte del director de cine, actor y productor estadounidense Sydney Pollack e informaron abiertamente de la causa de su fallecimiento: cáncer.

 

Así, el diario ABC afirmaba: “Un cáncer le ha arrebatado la vida al director de cine Sydney Pollack”. El País anunciaba en la entradilla que “el cineasta ha muerto en su domicilio de Pacific Palisades a causa de un cáncer”. El Periódico y Público optaron por una nota de la agencia Efe con el texto: “El director de cine Sydney Pollack ha fallecido hoy a los 73 años, víctima de un cáncer, en su casa de Los Ángeles”. La Razón, también con el texto de la agencia Efe, tituló: “Fallece Sydney Pollack víctima de un cáncer”. El Mundo, en una información de Efe y Reuters, anunció que “Sydney Pollack ha fallecido a los 73 años en su casa de Los Ángeles, víctima de un cáncer que se le había diagnosticado hace 10 meses”. Y finalmente La Vanguardia en un subtítulo decía: “El autor de ‘Memorias de África’, ‘Tootsie’ y ‘Danzad , danzad, malditos’ muere a los 72 años víctima de un cáncer en su casa de Los Ángeles”.

 

Resulta alentador comprobar cómo la mayoría de los medios han conseguido, en esta ocasión, evitar la tan extendida tendencia al uso de clichés, o directamente de eufemismos, para referirse al cáncer e incluso a la muerte por cáncer. Se acabó de una vez por todas el empleo de la tan desafortunada frase “falleció de una larga y penosa enfermedad”.

 

Como muy bien ha explicado en muchas ocasiones Albert Jovell, Presidente del Foro Español de Pacientes, “los usos de la palabra cáncer son muy curiosos. Cuesta de usar cuando se tiene que utilizar y no hay ningún problema para nombrarla en situaciones donde puede ser inadecuada o reemplazada con mayor acierto semántico por otras”. 

 

En este sentido, todavía hoy vemos con demasiada frecuencia cómo los medios de comunicación se refieren a fenómenos como el terrorismo, la inseguridad ciudadana, la violencia machista, el tráfico de drogas, la siniestralidad laboral, el paro, etc. como un “cáncer social”, expresión que contribuye a difundir una imagen peyorativa de los enfermos de cáncer.

El desconocimiento del fenómeno del cáncer crea confusión, rechazo e incluso discriminación. Y es muy probable que la idea del cáncer que pueda tener una persona que no lo ha vivido directamente ni en su entorno más cercano esté formada casi exclusivamente por los mensajes que recibe de los medios de comunicación. De ahí, por un lado, la importancia de una información periodística especializada de calidad respecto al cáncer y, por otro, la necesidad de un ejercicio de responsabilidad de la profesión periodística en general a la hora de utilizar un lenguaje que no hiera la sensibilidad de los afectados y que contribuya a desterrar tópicos o ideas erróneas sobre la enfermedad.

Evitemos las frases hechas, huyamos de los eufemismos, llamemos a las cosas por su nombre, seamos críticos ante expresiones que puedan resultar ofensivas y a la hora de informar hagámoslo con responsabilidad y rigor.





La abogada y el enfermero

23 05 2008

 

El pasado 8 de mayo, apareció en Cinco Días un artículo titulado “El Tribunal de la UE avala en un dictamen el régimen fiscal vasco”. El texto mencionaba a la abogada general del Tribunal de la Unión Europea, Juliane Kokott, refiriéndose a ella como “la abogado”.

Si bien en un primer momento, el autor se refería a Juliane Kokott como “La Abogada general del Tribunal de Justicia de la UE”, a continuación pasaba a citarla como “Juliane Kokott, la Abogado encargada por el Tribunal de elaborar la ponencia” o simplemente como “la Abogado”. Finalmente, en el penúltimo párrafo, volvía a haber una mención en femenino a “la Abogada general”.

 

Parece que existe una confusión o falta de coherencia en el uso del lenguaje en este texto. Igual que no diríamos de un hombre que se dedica a la enfermería “el enfermera”, sino que utilizamos el masculino tanto para el artículo como para el sustantivo, no tenemos por qué referirnos a una mujer abogada como “la abogado”, puesto que incluso la Real Academia de la Lengua reconoce la forma femenina “abogada” desde 1970. 

 

Curiosamente, el uso del femenino no plantea ningún problema cuando se trata de nombres de profesiones consideradas propias del papel atribuido tradicionalmente a las mujeres en la sociedad, como “enfermera”, “maestra”, “asistenta”, etc.

 

Sin embargo, cuando se trata de profesiones tradicionalmente consideradas “masculinas” o bien que indican un cierto estatus de prestigio, sigue habiendo resistencia a aceptar la correspondiente forma femenina: “abogada”, “jueza”, “médica”, “ingeniera”, “arquitecta”, etc.

 

Queda patente de esta manera cómo el lenguaje refleja los prejuicios sexistas acumulados durante generaciones.

 

 Viñeta

 

Pero afortunadamente el lenguaje puede cambiar gracias a la acción educativa y cultural, e influir positivamente en el comportamiento humano y en nuestra percepción de la realidad. Los cambios sociales hacen que la lengua cambie y a su vez el uso que hacemos de la lengua influye en nuestro pensamiento y en nuestra visión del mundo. Por eso es importante hacer un uso no sexista del lenguaje. Es posible y necesario usar fórmulas que huyan de términos ambiguos e invisibilizadores, en definitiva, fórmulas que reflejen explícitamente la realidad social tanto de hombres como de mujeres.





No al paternalismo en las campañas contra el cáncer de mama

18 05 2008

 

La Asociación Española Contra el Cáncer (AECC), en su última campaña contra el cáncer de mama, lanzada en octubre de 2007, utiliza el siguiente mensaje, en el que un padre, un marido y un hijo le dicen a una mujer: «¿No dices que por mí harías cualquier cosa? Hazte una mamografía».

 

Aunque se presupone buena voluntad en el objetivo final, es decir, sensibilizar a las mujeres para que se hagan mamografías para avanzar en la detección precoz del cáncer de mama, el mensaje al que recurre la AECC resulta absolutamente trasnochado e inadecuado. Según la AECC, la campaña va dirigida fundamentalmente al entorno masculino de la mujer para que tome conciencia y se implique en el cuidado de la salud de las mujeres que quiere y las anime a hacerse esta prueba.

 

Sin embargo, bajo ese planteamiento aparentemente inocuo, subyace una actitud paternalista que conlleva una concepción de las mujeres como eternas menores de edad mental, incapaces de tomar sus propias decisiones, ni siquiera las que afectan a su propia salud, y siempre necesitadas de consejos y orientación por los hombres de la familia.

 

Esta campaña alienta y perpetúa la sumisión, dependencia, entrega, abnegación. Contribuye a presentar la subordinación de la mujer a una figura masculina (padre, marido, hijo, nieto, hermano) como algo «normal» y abunda en el imperativo de que las mujeres debemos cuidarnos porque somos madres, esposas, hijas, hermanas, nietas, no por nosotras mismas, porque somos personas. En este sentido, ofrece una imagen de la mujer que en nada ayuda a la superación de desigualdades históricas.

 

Además, si una mujer sana es incapaz de tomar sus propias decisiones y de cuidar de sí misma, ¿qué debe entonces esperarse de una mujer enferma? Flaco favor le hace esta campaña a las mujeres con cáncer de mama.

 

Y finalmente el recurso a la pregunta “¿No dices que por mí harías cualquier cosa?” en boca de las figuras del hijo, el marido o el padre implica en sí la afirmación de que una mujer debe hacer cualquier cosa por los hombres de su vida.

 

Mensajes de este tipo contribuyen a mantener modelos obsoletos que incluso pueden acabar causando lo que pretendían evitar: discriminación. Se trata de una grave falta de coherencia, rigor y seriedad por parte de una entidad que debería ser capaz de mostrar más sensibilidad y respeto hacia las mujeres en general y hacia las mujeres con cáncer de mama en particular.

 

Como afirma Ángeles Cabria (1), «queda mucho por hacer para seguir incrementando la detección precoz del cáncer de mama en las mujeres, pero el trabajo debe de continuarse a través de la excelencia en la información y en la accesibilidad al tratamiento, y no en base a mensajes con chantajes emocionales que ya no tienen lugar en una sociedad equitativa».

 

 


(1) CABRIA, ÁNGELES. Te doy mis pechos. Diario Montañés, 3 de noviembre de 2007.  




Bienvenida

14 05 2008

 

Forma, 1948. Eduardo Chillida.

«Si analizamos por qué las mujeres sufren agresiones, la multitud de formas de violencia que las mujeres padecen, ya sean los crímenes en nombre del honor o la mutilación genital, todos ellos se basan en la idea de que las mujeres no deben controlar su sexualidad.»

Charlotte Bunch